miércoles, 8 de mayo de 2013

Leer, leer, leer (XVIII)




No tenía ganas de volver a casa ni andando, ni en coche ni en autobús. Rodeado de copas, risas y frases  formales, sentado al borde de la piscina, añoraba su tiempo de nadador. ¿Y por qué no ir nadando hasta su casa? De piscina en piscina,  brazada a brazada, el agua le componía el puzzle de su vida.





Heredas una cómoda, la colocas en el mejor lugar de la casa, pones encima tus libros favoritos, cuentas a todas las visitas su historia, la contemplas cada tarde mientras saboreas un whisky. Poco a poco, de sus cajones van saliendo todas las personas que tuvieron algo que ver con ella.

La pareja que asiste a cócteles y fiestas entre la vecindad, no puede mantener una asistenta de forma continua, todas saben donde guarda el dueño las bebidas. Y la niña también.




En un pueblecito costero de Italia, una familia americana disfruta del sol, del mar y de la hospitalidad. Pero él esconde algo que no le deja saborear la atmósfera mediterránea, un pensamiento recurrente, quizá una mentira, un pequeño pecado, un reflejo falso en el que no se reconoce.

Un crucero, dos hombres, una mujer. Un trío que es un dúo, un dúo que tampoco lo es. El mar, la brisa que trae efluvios de pasión, el deseo transformado en envidia, la carcasa de nuestros huesos en el horizonte.
  
Una radio, una radio monstruosa. Tan viva, que se comunica con las viviendas de los vecinos y nos trae a casa sus conversaciones, sus peleas, los llantos del bebé, los jadeos en la noche y el ruido de las cerraduras después de las fiestas.





Espléndido John Cheever, sus Cuentos hablan de la clase media americana en los años cincuenta y sesenta, con detallismo de entomólogo, crudo, pero no exento de humor y con un lirismo cautivador. Cócteles inevitables, sutiles borracheras profundas, familias aparentes, homosexualidad oculta, fachadas de cartón para una sociedad engranada entre el trabajo y las normas sociales. La ropa se lava en casa y las grietas de cada uno se cubren educadamente, podando los setos y en un salón cómodo con un bar bien surtido.





 Fotos Virgi